Hoy he visto ese vídeo quince veces. Una detrás de otra. En el vídeo se ve a una persona grabando con su móvil un plato en el que hay un líquido transparente, parece agua. Pero no es sólo agua, está lleno de motas de color oscuro, como si hubieran echado perejil por encima y éste se quedara flotando en la superficie. Entonces llama a su hijo y entra en cámara un niño, nervioso y expectante por lo que le va a enseñar su padre. Se colocan enfrente del plato. Su padre le dice que imagine que esas motas fueran los bichitos del coronavirus y le invita a poner un dedo sobre el agua. Él lo hace y no pasa nada. Se mira el dedo y ve que las motas se han quedado adheridas a su piel: el coronavirus le había infectado. Después le pide que se eche una gota de limpiaplatos y vuelva a probar. Y justo en este momento yo siento un escalofrío en mi cuerpo, tal vez miedo. El niño mete el dedo en el agua y vualá. En un instante toda las motas se mueven hacia el borde del plato, como si huyeran espantadas. El niño emite un sonido de asombro.
A veces me siento dentro de ese plato, flotando boca arriba, una mota de suciedad, un ser mugriento que va a la deriva. Y no estoy sólo, a mi alrededor veo a muchos otros, ahora asomados por el balcón, aplaudiendo y hablando entre ellos. ¿Qué va a ser de nosotros?, gritan algunos, ¡vamos a morir todos!, añaden otros. Vivimos en una gran ciudad sin saber qué nos va a pasar, una ciudad con calles de asfalto compacto y negro que en verano se deshace soltando un olor a combustible, una ciudad con un continuo crepitar de los cables de electricidad que sobrevuelan nuestras cabezas y las farolas encendidas toda la noche, una ciudad donde no vemos los horizontes y sólo nos queda mirar hacia un techo blanco, una ciudad con personas que viven unas encima de otras, separadas por hormigón y cemento y varios metros por encima del suelo, una ciudad que expulsa materia indestructible a los océanos y atrapa a sus habitantes en islas de basura. Se me seca la boca e intento tragar saliva, pero hasta ésta la siento áspera y arenosa. Huele a azufre, hediondo y anestésico. Pienso en las vidas de todos nosotros, habitantes, en cómo juntos hemos llegado hasta aquí, tan lejos de los árboles que pierden las hojas cada otoño, el sol que calienta la escarcha de la mañana y cede el turno a la fría noche, la tierra que deja ver tu huella al pisar y el agua de los ríos que se desliza entre cantos erosionados. Cómo nos hemos hacinado en bloques numerados y con nombres en una caja de metal, cómo nos hemos convertido en consumidores de alimentos producidos por fábricas oscuras y robots hechos de acero y goma, cómo nos quedamos en esta ciudad a pesar ello. Tal vez porque creemos que estará allí a nuestro antojo tal y como lo dejamos la última vez, que a treinta minutos en coche podemos volver a poseerlo, respirarlo. Pero en algún momento estaremos encerrados en una gran ciudad, tan grande, que no podremos salir de ella, porque no hay otro lugar donde ir a respirar, ese lugar sólo existió un tiempo.
Y justo en ese momento, mientras estoy flotando como una mota de suciedad, aparece en el cielo una luz que se abre paso y nos deslumbra. No veo nada hasta que algo se asoma entre las nubes aún más brillantes, más que el propio sol en pleno día. No termino de definir su forma pero sé que se aproxima hacia la ciudad, hacia mis calles. No puedo darle sentido a aquello y me asusta, me siento sólo, miro a mi alrededor y no hay nadie. ¿Donde se han metido todos? No hay nadie. Esa presencia sigue avanzando, no se detiene. Me siento en el suelo y cierro los ojos. Entonces noto una sacudida en la cabeza, como si ese ente desconocido hubiera tocado el suelo levantando un tsunami. Y después un impacto mucho más fuerte me empuja y me arrastra, no hay edificios, no hay obstáculos. Algo me absorbe desde dentro hacia fuera como esas motas de suciedad en el agua. Y fin.
Abro los ojos. Estoy en casa. Se me encoge el estómago. Todo parece seguir igual. Vuelvo a poner el vídeo.
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// Ilustración: Eva García Navarro
[Me gusta saber qué le pasa a la gente cuando me lee, ¿me dejas un comentario en esta entrada?]
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