Gabriel era un chico que siempre creyó en los Reyes Magos, a su forma, pero lo hacía. Es probable que nunca se creyera que una rata de campo aparecía cada vez que se le caía un diente para dejarle un regalo debajo de la almohada, ni que los gamusinos del monte perseguían a los niños que se desviaban del camino en las rutas del campamento. Pero los Reyes Magos, sí, eran de verdad. Cuando le contaron por primera vez la historia de su viaje a Belén se lo creyó hasta tal punto que empezó a escribir inmediatamente la carta, a hablar sobre ellos como si fueran formidables. Los ojos mostraban ilusión sin limitaciones.
Sus padres se enternecieron cuando en su primera experiencia navideña veían a su hijo coger un taburete y esperar delante de la puerta de la entrada de casa a que vinieran los Reyes, “Estoy esperando a los Reyes”, decía con una vocecilla mirando hacia atrás, donde sus padres observaban desde la puerta del salón. Su inocencia hacía derretir cualquier cuchillo de hielo que podía haber tenido el día. Todo quedó ahí, en un gesto de ternura, dulce, sin más significado que el de un niño que adora las historias que siempre funcionan, que las mantiene en su corazón como si fueran ciertas.
Sus padres se enternecieron cuando en su primera experiencia navideña veían a su hijo coger un taburete y esperar delante de la puerta de la entrada de casa a que vinieran los Reyes, “Estoy esperando a los Reyes”, decía con una vocecilla mirando hacia atrás, donde sus padres observaban desde la puerta del salón. Su inocencia hacía derretir cualquier cuchillo de hielo que podía haber tenido el día. Todo quedó ahí, en un gesto de ternura, dulce, sin más significado que el de un niño que adora las historias que siempre funcionan, que las mantiene en su corazón como si fueran ciertas.
Pasaron los años y lo que pareció una simple inocencia se convirtió en una rutina rígida y molesta. Gabriel tuvo ocho, nueve, diez y once años y no cambió un ápice su ritual del 5 de Enero: cogía uno de los taburetes de la cocina y lo dejaba a partir de la cuarta balda, volvía a por un cojín al sofá del salón y esperaba, esperaba, hasta que en un momento concreto, empezaba a hablar solo como si delante suya hubiera alguien, movía los brazos, miraba a un lado y a otro, se pasaba la mano por la cabeza como si estuviera pasando por un momento difícil. No entendían lo que decía, además que cada vez que sus padres se acercaban para intentar escuchar algo, él los recriminaba y los pedía, por favor, que le dejaran solo.
Había dejado de ser un juego, aparte de que la felicidad que podría mostrar Gabriel con la llegada de los Reyes había desaparecido, a cambio quedaba una débil resignación hacia algo. Suspiraba delante de la puerta, resoplaba observando el pomo dorado. Y entonces más o menos sobre la misma hora, se levantaba y volvía sonriente al salón, donde daba buenas noches y se iba a acostar. Sus padres volvían a la entrada y se quedaban mirando a la puerta vacía como si esperaran que algo ocurriera, pero nunca pasaba nada, tan sólo un escalofrío que les recorrería por todo el cuerpo al pensar que algo podía estar presente allí. El resto del año todo era normal, sólo aquel día se convertía en un misterio.
Había dejado de ser un juego, aparte de que la felicidad que podría mostrar Gabriel con la llegada de los Reyes había desaparecido, a cambio quedaba una débil resignación hacia algo. Suspiraba delante de la puerta, resoplaba observando el pomo dorado. Y entonces más o menos sobre la misma hora, se levantaba y volvía sonriente al salón, donde daba buenas noches y se iba a acostar. Sus padres volvían a la entrada y se quedaban mirando a la puerta vacía como si esperaran que algo ocurriera, pero nunca pasaba nada, tan sólo un escalofrío que les recorrería por todo el cuerpo al pensar que algo podía estar presente allí. El resto del año todo era normal, sólo aquel día se convertía en un misterio.
Sus padres empezaron a preocuparse, veían que su hijo crecía y a pesar de que le dijeran sus tíos, sus amigos, que no existían los Reyes Magos, él no dejaba de repetirse que eso era mentira y año tras año pasaba sus treinta minutos en la entrada de la puerta. Un año intentaron moverle de allí a la fuerza, pero no tardó en empezar a gritar, a intentar deshacerse de sus manos como si hubiera sido envenenado por una serpiente, a hablar sobre que debían dejarle o todo iría mal, que volverían al día siguiente a por vosotros, que no quería que murieran. Eso último les heló la sangre de las venas, la fuerza de sus brazos se esfumó y le soltaron. Gabriel volvió a su taburete al lado de la puerta y empezó a susurrar de nuevo. Sus palabras sonaban a profecía sin entenderlo y sus padres empezaron no a preocuparse más, sino a tener miedo.
Preguntaron a conocidos, al médico, incluso acudieron a un psicólogo por consejo de una compañera de trabajo. Todos coincidían en lo mismo: debían hablar con su hijo y explicárselo bien, dialogar con él y convencerle, más que a obligarle a la fuerza a que dejara ese estúpido ritual. Y así hicieron.
Gabriel se levantó del sofá, tenía doce años, era 5 de Enero, eran las 9:59, era el momento de su ritual navideño. Cogió un taburete, lo llevó a la puerta, volvió a por un cojín y esperó. Esta vez sus padres le siguieron y hablaron un momento en el salón antes de entrar al pasillo de la entrada. La casa estaba fría, tal vez la calefacción central no diera abasto por el temporal que llevaban sufriendo hace varias semanas. Se acercaron a él.
– Gabriel, ¿Por qué sigues creyendo que existen los Reyes Magos?, nosotros somos los que ponemos los regalos debajo del árbol…
– Ya sé que vosotros ponéis los regalos.
Sus padres se sorprendieron, ya que nunca les había dicho aquello. Surgieron otras dudas.
– Entonces, ¿por qué sigues yendo a la puerta de casa a esperarlos?
– Porque ellos llegarán enseguida y yo no puedo dejarlos pasar…
Sus padres enmudecieron.
– Pero aquí no puede pasar nadie, está la puerta cerrada, ¿no lo ves?
– Ellos no necesitan abrir la puerta para entrar. No lo entendéis. Ellos vienen, y yo siempre los convenzo… -dijo mirando a la puerta, donde no había nada, sólo aire.
– Pero…convencerles…¿de qué, Gabriel?
– De que habéis sido buenos y….
– Y…
– Y de que no os maten esta noche.
– Y…
– Y de que no os maten esta noche.
Sus ojos se cristalizaron en su azul más profundo con la pregunta, no era inocencia, tampoco preocupación, era miedo lo que había en ellos, un miedo a la existencia, a la perplejidad de sus padres, un miedo real a su muerte.
– ¿Verdad que no lo merecéis? -preguntó Gabriel y seguidamente giró la cabeza como si hubiera escuchado un ruido detrás de la puerta.
Sus padres imitaron inconscientemente el gesto. Hacía frío en el pasillo y sintieron un escalofrío que recorrió todo su cuerpo, otra vez.
– ¿Verdad que no lo merecéis? -preguntó Gabriel y seguidamente giró la cabeza como si hubiera escuchado un ruido detrás de la puerta.
Sus padres imitaron inconscientemente el gesto. Hacía frío en el pasillo y sintieron un escalofrío que recorrió todo su cuerpo, otra vez.
– Ya están aquí.
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Eli
5 enero 2011 at 10:10Madre mia que miedo de relato no?? Ahora los reyes magos son asesinos en serie….
Pero esta curioso, me ha gustado 🙂
Y la cancion no es pastelosa….a ver si esta te gusta mas (es la cancion que sale en los creditos de The Tourist)
http://www.youtube.com/watch?v=4P3SHXQEpRU
Felices Reyes!!
¿Has sido bueno? porque ya estan aqui….
Akaki
5 enero 2011 at 13:41si oyes ruidos extraños en la puerta, no vayas, pueden ser los reyes…
ese si, ese si que es un temazo…
Eli
5 enero 2011 at 13:45jajajaja, ya sabia yo que ese si te iba a gustar 😉
A ver si te gusta este, es mas reflexivo, pero mola (seguro que diras que es pasteloso…pero el adjetivo es reflexivo)
http://www.youtube.com/watch?v=J95rAr0gOFU
Eli
5 enero 2011 at 14:04Por cierto, todavia no he visto tu eleccion de las canciones que puse en el fotolog 😉
Akaki
5 enero 2011 at 14:22buenoooo, nose nose, jeje, toma uno de los buenos y reflexivo!!: http://www.youtube.com/watch?v=jUkoL9RE72o&feature=fvw
las voy viendo poco a poco, como son pocas canciones!!
Eli
5 enero 2011 at 15:31Dios santo…te pasaste!! se me saltan las lagrimas viendo el video….que tristeza por dios!! La verdad esq si…reflexivo hasta el fin, telita!!
Pero meh a gustado 😉
Xelaya
5 enero 2011 at 20:13Bueniiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo!!!!!! Me encantó, me encantó, me encantooooooo 🙂
Miedito….miedito… jejejeje…. VIENEN A POR TI!
:$
Come mucho roscón. Besotes
Nere Xan
7 enero 2011 at 21:14¡¡Me encanta Avenged Sevenfold!! Y el relato…of course!:P
Panto
8 enero 2011 at 15:52Genial. Me ha parecido genial!
Y como veo que todos habéis puesto una selección musical, y coincidiendo que llevo dos días enganchado a este hipnótico y reflexivo tema –que no pasteloso–, no me puedo resistir.
Saludos!
Panto
8 enero 2011 at 15:54No me he podido resistir, pero sí olvidar del enlace… Jejejeje
http://www.youtube.com/watch?v=MuYdeNZuGFI&feature=player_embedded
Akaki
8 enero 2011 at 16:20vaya, ¡me alegro que os haya gustado!
Pues acojonao estuve el jueves, no digo más, eso si, me he puesto de roscón hasta el p.c.
Me gusta el tema que has puesto almorro, vas a tener que pasarme tu lista de spotify!
Panto
8 enero 2011 at 16:24Te la pasaré cuando la adecente un poco, que ahora no está nada presentable. Tengo que hacer mucha limpieza.
Por cierto, ¿cómo narices se coloca el marcador de "Me gusta" en cada una de las entradas?
En su momento desistí de hacerlo.
Akaki
8 enero 2011 at 16:30jeje, yo lo miré aquí, a ver si te sirve: http://elescaparatederosa.blogspot.com/2010/05/boton-para-facebook-me-gusta-o.html
Panto
8 enero 2011 at 16:34Perfecto. Gracias. En cuanto pueda le echo un ojo.
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