Está dentro. Tan dentro que apenas siento que allí habita. Frágiles, afables, pusilánimes nos quitan lo que creemos que tenemos, en un instante, en un segundo, caemos. Enciendo la televisión, observo colores borrosos fluctuar por la pantalla arbitrariamente, aleatoriamente, drásticamente. No hay nada, de la masa deforme eres uno de esos minúsculos puntos extraviados, perdidos, desaparecidos. Ya está, se mueve. Mi cabeza no me entiende. Estoy arriba, luego abajo. Está dentro. Tan dentro que apenas siento que allí habita. Algo se destruye, se pudre, huele mal. ¿Ya? Por un tiempo creí que había pasado. Pero no, está ahí, apenas ha empezado. Permanece, resplandece, acontece. Y se vuelve a mover. Quieto ¡Marchate ya!, grito, digo, maldigo. Es la hora. Apago la televisión. Es pronto. Hay desazón. No importa, para qué estar despierto, atento, vivir con desconcierto. Para qué dar, pensar, a partir de olores buscar. Para qué encontrar sentido, recuerdos, olvidos. Sueños que se transfieren, mueren, duelen. Esos que están dentro. Tan dentro que apenas siento que allí habitan.
Compartir:

Petra Acero
24 noviembre 2013 at 20:24Uf… Desasosiego, pesimismo, determinismo. Muy duro, Akaki.
Un relato que daja poso…
Akaki
25 noviembre 2013 at 20:07jeje, cierto, es un relato profundo, profundo…
Artículos relacionados
Cuando vengan a por mí
El intercambio
Se nos va la vida
Encerrado
Al final de la mesa
Navidad nevada / Feliz Navidad VII