Fue sentarnos en la terraza y saborear ese mediodía de primavera, un sol espléndido, pero sin llegar a sofocar, y una brisilla del Norte, pero sin llegar a molestar. Esperamos al camarero que estaba un poco ocupado, pero en cuanto levantamos la mano vino hacia nosotros a tomar nota. Me sobrevino un antojo, hace tiempo que no comía tortilla de patata, mi madre era alérgica al huevo y desde entonces a no ser que fuera a casa de la abuela, ni la olía.
—Nos pones dos cañas y, ¿puede ser un pincho tortilla?
El camarero asintió con la cabeza. Al cabo de un rato, llegó con la bebida y unas aceitunas. No le dimos importancia al tema de la tortilla. Tenían buena pinta también.
—¿Qué tal con Laura? —pregunté a Juanjo.
—Pues que no tiene futuro, mira que lo intentamos, pero siempre pasa lo mismo, acabamos con regañinas, discusiones, gritos, ella llorando, yo jodido y al final todo se arregla acostándonos juntos. Lo de siempre…
—Joder tío, no tiene sentido que sigáis, va a acabar mal.
—Ya lo sé.
Nos terminamos las cañas y pedimos otra ronda. Deseaba que ese momento no acabara nunca. No recordaba un día como aquel. También pedimos otra vez tortilla, pero ni caso, el camarero seguía con las putas aceitunas.
—¿Y tú?, ¿qué tal en el curro? —me preguntó.
—Explotado…¿y sabes lo que más me jode?, que se sigan riendo en mi cara, con que las cosas ahora funcionan así, que otros estarían contentos de ocupar tu puesto, es una vergüenza.
—Cagüen la puta…
En un momento de silencio escuchamos a los chicos de la mesa de al lado. Discutían sobre las aceitunas, les había pasado lo mismo que a nosotros. Después de ponerle fino al camarero, uno de ellos se levantó y se fue a la barra. Mientras, el camarero vino a nosotros y pedimos otra rondar Insistí con la tortilla. Fue curioso porque después de que el chico montara jaleo en la barra, nos pusieron aceitunas otra vez, pero esta vez machadas. Estaban buenas, pero ya estaba mosqueado con tanta aceituna.
—Oye, ¿dónde vas a ver la final de la Champions?
—Pues a ver, mi chica me ha liado con que si sus amigos van al bar tal, que si van a hacer no se qué, el caso es que me da igual, mientras vea el partido.
—Váis a palmar como unos cabrones.
—Que te den.
La brisa de la terraza ahora era más fresca y empezó a nublarse. Parecía que de un momento a otro se iba a poner a chispear, esa lluvia que no moja pero ya te jode el día. Los chicos de al lado al final mandaron a tomar por culo al camarero y se fueron.
—Me estoy empezando a helar.
—Y yo a lo tonto voy entonado.
—Ya ves, venga, ¿nos echamos la última?
—Más aceitunas.
—Venga anda.
—Okey.
Levanté el brazo y le indiqué al camarero moviendo la mano en círculos.
—Por cierto, ¿mañana vas a ir a votar?
—Puff, pues no me apetece nada, pero habrá que ir, ¿no?
—Es una auténtica mierda.
El camarero trajo más aceitunas. Entonces cogí una y la miré detenidamente. Un afluente de información me vino a la cabeza empujado en parte por el alcohol en sangre. Por un momento supe como me sentía exactamente. Saqué mi libreta y con un boli apunté:
Votar: pedir tortilla sabiendo que vas a comer aceitunas.
No votar: comerte las aceitunas del resto, aunque luego pongas una reclamación de mierda.
Salir a la calle: Ir a la barra a pedir la tortilla.
Liarla en la calle: Irte sin pagar.
????????: Irte a otro bar si en la barra no te dan tortilla.
Anónimo
25 mayo 2014 at 19:23Hay que pedir aceitunas!
Akaki
14 junio 2014 at 16:33Tortilla!!jeje
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